El ciudadano Hassan: apología del MENA

Para ti y para casi todos los que vemos la tele la palabra MENA antecede a una cascada de advertencias y temores sobre problemas de delincuencia, desórdenes públicos y otras maldades.

MENA significa menor no acompañado y hace referencia a los menores de edad que llegan a otro país sin estar acompañados por sus padres, motivo por el cual su custodia es asumida por el receptor.

El sábado, el final de nuestro primer día de trabajo concluyó en una cena de acogida que nos ofrecieron nuestros amigos del Centro Contigo. Una fundación del carisma vicenciano y que recibía subvenciones de la Junta de Andalucía para el trabajo con los menores del barrio de la Atunara. Eran los años en los que comenzó el aluvión de llegadas de pateras a nuestras costas y la Junta pidió que asumieran competencias en la acogida de Menas y crearon el programa "Cerca del hogar" para generar una segunda oportunidad para otras personas. Ahora completan su oferta acogiendo un grupo de veinte mujeres procedentes de las redes de trata.

En el Centro Contigo conviven unos veinte jóvenes, MENAS, si quieres que prolonguemos el lenguaje de los noticieros. Y están juntos en el mismo edificio, y la mayor proporción de ellos son de origen marroquí...

Desde este punto el resto son diferencias. Nos esperan cuatro jóvenes a la entrada de su hogar. No hay guardias de seguridad y la relación entre ellos y los educadores rezuma familiaridad. Se acerca a nosotros Patricia, acompañada de su esposo y su preciosa hija. Hoy no es día de trabajo para ella pero quería estar para recibirnos y acogernos.

Hechas las presentaciones, procuramos hacer el esfuerzo de aprender los nombres para poder participar del clima de intimidad que propone la casa.

Cena en el horno que genera gratitud solo con su olor y nos disponemos en la mesa. Nos hemos mezclado para facilitar el diálogo y las conversaciones son vivas en distintos rincones.

La sobremesa en una sala donde todos podemos vernos y escucharnos y que invita, en pocos minutos a descalzarse ante la hondura del testimonio del relato de cada uno de ellos.

Hassan dice tener veinte pero no levantaría sospechas si anunciara algunos más. Su complexión atlética remata en un rostro que transmite firmeza y serenidad. Y solo con intercambiar la mirada completa su presentación con una agradable sonrisa.

Del Sur de Marruecos, su amabilidad solo queda interrumpida cuando hace alusión a su gobierno para ofrecer un discurso duro y crítico pero que se sostiene en los límites de la prudencia, lo que incrementa su credibilidad.

- ¡Mi país es racista! Solo quiere a los ricos.

- ¡Yo me siento como extranjero en mi propio país!

El menor de 12 hermanos e hijo de la cuarta mujer de su padre, ya anciano de 85 años, tomó su decisión con 15 años, sin avisar a nadie. Dice recordar, como si fuera hoy, la madrugada en la que marchó de su casa sin despedirse para tomar un autobús a Tanger. Allí le esperaba un colega con quien había concertado la ayuda necesaria, previa suma cuantiosa, para acceder a los muelles de carga donde pudo esconderse en los bajos de un camión que cruzaría el estrecho en un barco de carga.

Tras ser detenido, ya en España, sus dificultades se tornaron en peligro por la amenaza de ser expulsado y la dificultad para demostrar que era menor de edad. A través de la mediación de una ONG logró el peritaje de un forense para que le hiciera "la prueba de la muñeca" que mide el tamaño de las placas de crecimiento de una persona. Con dictamen favorable y un cuerpo que no evidenciaba externamente esa minoría de edad comenzó un periplo de tres años por programas estatales de trabajo con menores migrantes hasta aterrizar en el Centro Contigo, que ahora considera como su casa.

Aquí, dice, quiere vivir una vida normal. Se levanta a las 5.00 de la mañana para prepararse y tomar un autobús que le lleva a su trabajo como camarero. Tras sus 8.00 horas de trabajo el problema estriba en tener que esperar más de hora y media al de regreso. Pero para un migrante las dificultades se tornan en oportunidades y ha encontrado la ocasión de realizar parte de su entrenamiento. Corre los 8,5 kilómetros que separan su casa del puesto de trabajo. Y sigue la explicación orgulloso de sus 54,26 en los 400 metros.

Tarde para la comida y el estudio, porque sabe que su futuro pasa por sacar la ESO y, tras la cena, seguir estudiando árabe y el Corán para aprenderlo de memoria y poder meditar en las aleyas durante el día.

Lo cuenta con una parsimonia y normalidad que no se altera ni por la cara de asombro de sus oyentes que se sigue de comentarios al oído para confirmar la distancia de 8,5 diarios y que ciertamente trabaja y saca sus estudios a la vez. Y, en algunos, se intuye una mirada perdida que encierra hirientes interrogante en el contraste entre su relato y el que podríamos pronunciar nosotros.

A preguntas de nuestros chicos afirma que la decisión fue buena. Que le gusta España. Que quiere quedarse aquí y vivir "una vida bonita". Que quiere la nacionalidad y que le gustaría devolvernos las oportunidades que le hemos ofrecido.

Paradójicamente advierte que nadie debería vivir su experiencia. Que no permitiría que un hermano suyo tratara de realizarlo y que él mismo no volvería a marchar de casa para encontrarse todo aquello... al menos sin avisar a su madre.

Concedo la razón a los que internamente estén pensando que hay otros MENAS que solo generan problemas; la discuto a quien interprete que quiero hacer ley de un caso aislado, y me rebelo por ser justo con Musha, Anás, Hakim y otros compañeros con los que convive Hassan. Y, a estos, añadiría tantos y tantos que están creciendo en un sin fin de proyectos.

Y si me atrevo a participar del contraste entre su testimonio y lo que veo vivir en nuestra Avenida de Viñuelas permitidme la siguiente confesión: Querido Hassan, que te concedan pronto tu ciudadanía. Y avísame de cuál es, porque yo quiero pertenecer al país donde haya otros como tú.


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